Este domingo se realizó el bicicinema y autocinema organizado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México. Una de las primeras actividades para salir poco a poco del confinamiento por la pandemia COVID-19.
Aunque la sede no es la más accesible que digamos, el Autódromo Hermanos Rodríguez recibió a unas 30 personas en bicicleta que acudieron a la segunda función del bicicinema, a la cual acudimos.
Se proyectó la película Todo el poder (2000), que retrata la inseguridad del entonces Distrito Federal. Una realidad que no ha cambiado mucho, desafortunadamente.
Sana distancia en el autocinema
El acceso fue por la Puerta 15, lo cual nos hizo dar una buena pedaleada extra, pues llegamos a la Puerta 4, acostumbrados a la entrada de los conciertos masivos (¡ay cómo se extrañan!).
Cuando finalmente llegamos a la entrada correcta nos recibió un grupo de personas que nos dio las primeras indicaciones: «van a seguir los conos y aquellas personas les van a tomar la temperatura y escanear el boleto».
La segunda parte del acceso consistió en que nos desinfectaron cuerpo, tenis y bicicleta.
Al llegar a la sede estaban unos petates para dos personas, separados uno de otro por un metro y medio aproximadamente. Atrás de esta zona estaban los que llegaron en automóvil, formados «por estaturas»: camionetas atrás, compactos adelante.
Hubo mucha suerte que en pleno verano chilango no lloviera. Y también que los baños portátiles estuvieran impecables. Bueno, eso no es suerte, creo que finalmente comprendieron que un baño no debe ser sinónimo de cámara de tortura.
Lavamanos, agua, jabón y gel presentes. ¡Esperamos de todo corazón que eso no cambie nunca más!
Al terminar la función tomamos el mismo camino que de entrada y nos sumergimos en una Ciudad de México vacía de carros que nos daba alegría, pero a la vez nostalgia. La nueva normalidad tiene un sabor agridulce.